Personajes

Juan González Arintero

Biografía y Semblanza

Juan González Arintero nace en Lugueros (León) el 24 de junio de 1860. Inicia su formación religiosa y académica en la Orden de Predicadores en Corias (Asturias) el 14 de julio de 1875. Habiendo ya iniciado su segundo año de estudios de Teología es enviado por sus superiores a estudiar ciencias físico-químicas en la Universidad de Salamanca. En esta Universidad conoció de primera mano la controversia intelectual, tan extendida entonces, entre la racionalidad científica y la experiencia de la fe. Esta controversia le impregnó una constante preocupación a lo largo de su vida: cómo armonizar la ciencia y la fe.

Inicia su actividad como docente en el Colegio de Vergara enseñando matemáticas, física, química e historia natural. Durante estos años fueron tomando cuerpo sus proyectos científicos en diálogo con la fe. Fruto de ello fueron su primer libro, El diluvio universal de la Biblia y de la tradición y su colección de artículos bajo el título ‘El Paraíso y la Geología’. Estos primeros escritos fueron valorados positivamente por la crítica de entonces.

Después de su actividad académica en Vergara regresa de nuevo a Corias. Asumirá la labor de formar a los jóvenes dominicos. Durante estos años en Asturias escribe una obra en ocho volúmenes sobre la evolución. Surge en su horizonte de preocupaciones, debido a diversas experiencias personales, el dinamismo de la gracia y su acción en las personas y el carisma que impregna la experiencia mística. Uno de sus biógrafos llegó a afirmar de Arintero que “las almas (personas) le llevaron a la doctrina y la doctrina a las almas; ‘almas’ y ‘doctrinas’ fueron, al fin, las que principalmente le abrieron los ojos para resolver satisfactoriamente el gran problema de su propia vida, y aún de la vida cristiana en general en su sentido más hondo, esencial y salvador”.

En 1898 es enviado a Salamanca para enseñar teología en el convento de San Esteban a los jóvenes teólogos dominicos. Durante estos años de docencia en Salamanca tiene la oportunidad de profundizar en sus intuiciones iniciales sobre la experiencia mística. Dedicado de lleno al estudio comienza a programar lo que serían posteriormente algunas de sus obras principales. De Salamanca fue enviado a Valladolid (1900-1903) donde verían la luz tres libros importantes: El hexamerón y la ciencia moderna; La Provindencia; y, la evolución,  Teleología y Teofobia’. Finalizada su actividad en Valladolid regresa de nuevo a Salamanca donde publicará en 1908 el tercer volumen de su gran obra Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia: III. Evolución mística.

A partir de 1909 Arintero se encuentra en Roma hasta 1911. Es llamado para enseñar en el entonces Colegio Angelicum recién fundado y que luego devendrá Universidad Pontificia de Santo Tomás. En 1911, de nuevo en Salamanca, publicó el segundo tomo de su eclesiología y que lleva por título Evolución doctrinal. Esa publicación recibió, por parte de la crítica, acusaciones muy duras.

Algunas de sus tesis sobre la vida mística y la contemplación adquirida (aquella que pone de relieve, sobre todo, la actividad y el esfuerzo del orante, dando siempre por supuesto que se trata de una actividad informada por la gracia) frente a la contemplación propiamente dicha, (aquella que el Espíritu Santo infunde mediante la acción de sus dones), no fueron bien comprendidas. Tampoco se disimuló el rechazo a las mismas, especialmente por algunos miembros de la Orden de los Carmelitas.

Esta experiencia de rechazo le llevó a recluirse y guardar silencio durante un tiempo. Utilizó la Revista Ciencia Tomista como órgano de expresión de sus ideas sobre la experiencia Mística. Pero en 1925 publica una obra con la pretensión de aclarar al máximo los malos entendidos que habían producido sus tesis. Esta obra lleva por título La verdadera mística tradicional.

Fundador de la Revista Vida Sobrenatural, cuya existencia sigue perdurando en nuestros días, la entendió siempre como un medio de apostolado que le permitía llegar más lejos que con sus libros, dirigidos siempre a un público más especializado y no tan amplio. Murió en Salamanca, el 20 de febrero de 1928.

    Después de la muerte de Arintero, uno de sus compañeros y amigos de carrera en Salamanca, J. D. Berruela, trazó el siguiente retrato moral: No he conocido, en sus tiempos de estudiante en la Universidad, compañero más humilde, más tímido, más deseoso de pasar inadvertido en todo, que aquel Arintero, que cursaba (y concluía) la carrera de Ciencias en Salamanca por el año 1886. Después, cuando, pasados veinte, treinta años, lo vi transformado en Maestro Teólogo […], siempre era el mismo: candoroso, ingenuo, lleno de infancia espiritual, sin asomo de petulancia, a mil leguas de toda pedantería. Sí de muchas personas vanas se puede decir con razón que se escuchan cuando hablan, del P. Arintero se puede afirmar que se hizo sordo a sí mismo par no oírse. Todo su hablar, como de niño, era para comunicar su pensamiento, lleno de sinceridad, a quien quisiera escucharle. [A. Suárez, Vida del M.R.P. Fr. Juan G. Arintero, Maestro en Sagrada Teología, de la Orden de Predicadores, t. 1., Cádiz 1936, p. 25].

    Una biografía más completa y actualizada (de lectura asequible y ágil) se puede encontrar en Manuel Ángel Martínez Juan, O.P., El P. Arintero ‘Restaurador de la Mística en España’, Cuadernos Celebraciones Vivas de los ‘Santos y Santas dominicos’, Burgos, 2007, 48 pp.
 

Personajes

Cuando nos introducimos a fondo en la historia de Ciencia Tomista y en su desarrollo a lo largo de estos cien años constatamos con entusiasmo el rigor y la valía intelectual de sus colaboradores. Merecen ser destacados, a este respecto, numerosas personalidades. Su escritura inteligente permanece como un legado de ideas y aportaciones nada despreciables en estos momentos en los que asistimos a un cierto ‘desierto teológico’ y a una excesiva fragmentación del pensamiento. Muchos de los que nos han precedido fueron abriendo nuevos caminos. Hoy nos siguen enriqueciendo con sus aportaciones. Merecen nuestro mejor homenaje. En esta sección iremos presentando a las diversas personalidades que, por un motivo y otro, han estado en relación con la revista a lo largo de estos cien años.


Juan González Arintero
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